Por Roberto Gallardo
El ciudadano mexicano, armado de Facebook y Twitter, vino a dar la pelea, sorprendiendo a la clase política con su actuar, saltando a primer plano al tomar un papel protagónico, luego de haber sido meramente un espectador durante décadas, si no es que siglos.
Destaca el movimiento #YoSoy132, de merecida notoriedad, al haber puesto en aprietos a la maquinaria priísta, demostrando en un solo acto que su candidato no era como lo pintaban.
Este movimiento, a su vez, no hubiera sido nada sin la participación de literalmente millones de mexicanos que distribuyeron los videos de la visita de Peña Nieto el 11 de mayo a la Universidad Iberoamericana, y los videos posteriores en los cuales los estudiantes se defendían del coletazo del dinosaurio que en un reflejo natural, los calificó como “intolerantes”.
Esas redes cobraron vida, mostrando a un pueblo que estaba mucho más al día en redes sociales que sus leyes, partidos, candidatos e instituciones electorales.
Posteriormente, en tres sucesivas convocatorias, el pueblo raso marchó, manifestándose en contra de un resultado que percibía como inevitable.
Finalmente, en ese choque de trenes, la clase política resultó triunfadora.
Ese sueño de emancipación, que se sentía como posible durante los meses de mayo y junio de 2012, se desvaneció desde el mismo día de la elección. Una vez más, “haiga sido como haiga sido”, México tuvo un Presidente electo, inmediatamente reconocido por los medios más poderosos, por al menos uno de sus rivales en la elección, por la clase empresarial, por la comunidad internacional y por los partidos políticos… pero puesto en duda por la ciudadanía.
Terminando la calificación de la elección, los sospechosos comunes de la política mexicana pudieron respirar tranquilos, pues para ellos, los equilibrios no se rompieron. Sin embargo, como en el famoso juego de las sillas musicales, todos los actores relevantes alcanzaron asiento, excepto uno: El pueblo.
Esos ciudadanos a los que nadie había invitado, seguían de pie. Observando el inicio del ritual sexenal: grandes dádivas a los que fueron fieles desde el inicio; “poco” para los que legitiman con una oposición útil; nada para el pueblo, y un bloqueo policíaco-militar alrededor de la Cámara de Diputados, una semana antes del cambio de poderes, como mensaje de fuerza ante quienes rehusaran aceptar el “nuevo viejo orden”.
En una democracia la protesta es natural, y tal vez ante esa amenaza, ésta no tardó en presentarse.
Todos lo vimos: Esas redes que cobraron vida durante la campaña, volvieron a despertar el 1º de Diciembre, día del cambio de poderes. El pueblo dijo: sigo aquí. Primero manifestándose durante la toma de protesta. Después, uniéndose en defensa de los ciudadanos detenidos ilegalmente.
Ellos han sido liberados en su mayoría. Los “culpables” son, convenientemente, Mondragón y Ebrard. Escollo salvado. Sin embargo, el problema de fondo sigue ahí: El Gobierno no termina de entender que los mexicanos ya están en otro nivel.
El pueblo seguirá manifestándose ante lo que sienta contrario a su interés.
Los equilibrios se han roto. Tenemos ciudadanos.
RGG
Dic. 2012
Publicado originalmente en La Razón 57
Dic. 2012
Publicado originalmente en La Razón 57
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