Autor: Darío Botero Pérez
Enviado por: Darío Botero Pérez
Así como es indiscutible que la crisis causada por el agotamiento del modelo económico capitalista es definitiva e irreversible, de modo que cada vez empeorará más hasta alcanzar el punto de no retorno que haga imposible recuperarnos; también es evidente que los intentos exhibidos por quienes la han causado para, presuntamente, resolverla, realmente pretenden profundizarla con el fin de que el colapso de la Humanidad, la Vida y la biosfera sea la única alternativa disponible, de modo que los culpables queden impunes, atendidos como dioses por los 500 milones de sobrevivientes de origen popular que les servirían como esclavos a los potentados, en caso de que no muramos todos como consecuencia de las aterradoras ofensivas del sistema consumista y jerárquico contra todo lo digno y útil.
O sea, su agravamiento es lo único que pueden ofrecer quienes causaron la crisis buscando su beneficio personal a costa del bienestar de las mayorías.
Éstas han sido condenadas por los potentados y los gobernantes lacayos a pagar lo que se han robado los banqueros ladrones e indeseables contando con el apoyo de los políticos profesionales cuya fuente de enriquecimiento personal, siempre y en todas partes, son el tesoro y los recursos públicos.
Así lo vemos en España con Iñaque Urdangarín, el esposo de la infanta Cristina, la hija de Juan Carlos de Borbón, el rey fratricida. O, para no ir tan lejos, en Colombia con los hijos de de Álvaro Uribe Vélez, ahora multimillonarios; o con los primos Nule, saqueadores del erario a través del llamado “carrusel de la contratación” que tanto creció bajo la dictadura del chalán, todavía impune a pesar de la dimensión de sus delitos y de los de sus compinches, quienes ahora le huyen a la justicia alegando persecución política aunque sus ejecutorias no dejan de ser delitos claramente tipificados en el código penal.
Los vendepatrías viven de las migajas recibidas por los negociados que tanto favorecen a las corporaciones apátridas, mientras despojan y perjudican a los pueblos. Tales traidores no tienen escrúpulos para entregar la riqueza pública, según se los exigen los potentados, ahora expresándose por boca de Angela Merkel, quien se ha convertido en la vocera visible de los enemigos comunes de la Humanidad, cuya extinción han decretado.
La culpa de todo es la convencional subordinación absoluta de la economía real por la formal o monetaria, que nos agobia pero que, afortunadamente, es totalmente prescindible por cada pueblo que decida ejercer su soberanía, liberándose de la tutela letal de los banqueros privados.
Sin duda, la economía importante es la que produce bienes y servicios que intercambian los ciudadanos para satisfacer sus necesidades y caprichos de consumo, empleando la asombrosa mercancía conocida como “equivalente universal” o, más corrientemente, como “dinero”, para adquirir en el mercado de bienes y servicios lo que deseen.
Sin duda, el dinero cumple una función de utilidad social imprescindible en las sociedades mercantiles; aunque cada vez es más convencional y artificial, sobre todo desde que Richard Nixon aceptó la orden neoliberal de los banqueros sionistas de negarle al dólar la conversión en oro.
De tal manera traicionaron el compromiso adquirido con el mundo mediante los tratados de Breton Woods, que le sirvieron al contradictorio Imperio -altamente aristocrático y excluyente pero, presuntamente, meca de la democracia de occidente, esa heredada de los griegos y que impusieron, adulterada, los burgueses- para alcanzar la primacía económica mundial mediante meras maniobras monetarias que ya están agotadas.
Por su asombrosa cualidad adquisitiva, el dinero se ha convertido en un fetiche que, como cualquier fetiche, responde a la fe que se le tenga. Por ende, si dejamos de reconocerle valor, no tendrá valor, sobre todo cuando se trata de papeles o registros contables sin ningún respaldo real ni valor intrínseco como el que tenían el oro, la plata o la sal cuando cumplían la función del dinero.
En consecuencia, remplazar el dinero corriente es una decisión elemental que puede acarrear grandes beneficios para las mayorías y conllevar la decadencia definitiva de los potentados que las oprimen sin piedad.
Sería una medida fundamental del ejercicio soberano. Evitaría los sufrimientos planeados por los banqueros para los pueblos, condenados a un retraso inaceptable por la especie humana pero imprescindible para los potentados que aspiran a conservar sus insoportables privilegios, reconocidos por subhumanos indignos que avergüenzan a los evolucionados y constituyen una calamidad para la Vida y la biosfera.
En consecuencia, tenemos que rechazar y cambiar, urgentemente, esta sociedad absurda que nos desprecia y nos obliga a morir de hambre, guerras, pestes y abandono al dejar de producir porque lo han decidido los parásitos que controlan -a través de su monopolio del combustible que los hace funcionar: el dinero- los “mercados financieros”, tan convencionales y arbitrarios pero capaces de sabotear la producción real aprovechando los prejuicios dominantes.
Lo logran mediante su control de las instituciones de la economía formal, como los bancos, las aseguradoras, las fiduciarias y, sobre todo, las bolsas de valores que han sido globalizadas para favorecer a los potentados interesados en invertir en todas partes sin correr mayores riesgos y pisoteando la soberanía de los pueblos.
Con ese fin han impuesto la fusión de las bolsas de valores a nivel internacional, y una contabilidad universal orientada por los criterios bursátiles, de modo que la deben adoptar todas las empresas que aspiren a cotizar en bolsa. Son medidas de gran utilidad para los potentados o inversionistas o inversores especuladores, al facilitarles reducir los riesgos inherentes al despojo de las empresas nacionales de alguna importancia.
A propósito, no podemos olvidar que en Colombia existieron tres bolsas de valores bastante dinámicas, ubicadas en Bogotá, Medellín y Cali. En ellas se negociaban las acciones de las empresas nacionales surgidas al amparo de las orientaciones de la Cepal referidas a la política de “sustitución de importaciones”, tan combatida por las multinacionales neoliberales pero que tantos beneficios les trajo a nuestros países, cuando todavía los gobernantes conservaban la costumbre de aparentar alguna dignidad mientras adelantaban bajo cuerda sus negociados.
Entre esas sociedades anónimas criollas, algunas eran tan estables y rentables que permitían la existencia boyante de un amplio sector rentista, como el de las viudas de clase media que contaban con las sólidas acciones de la Compañía Colombiana de Tabaco, cuya clientela de adictos al tabaco garantizaba la prosperidad y la segura rentabilidad de la empresa. No obstante, ésta terminó siendo entregada a una multinacional, sin ninguna justificación económica, a raíz de una orden del Neoliberalismo que ningún vendepatria está en condiciones de rechazar.
Tras tantas maniobras especulativas y ruinosas, ese mercado financiero ha devenido en un auténtico casino organizado como una pirámide a la que ya no le quedan bases para explotar, de modo que su ruina es inevitable.
Es imposible eludirla tanto como resolverla. Sólo se podría ocultar declarando la guerra mundial que tanto se esmeran por desatar los sionistas monopolizadores del sistema financiero mundial y empeñados en no pagar los crímenes económicos, ecológicos y de lesa humanidad que han causado por todo el Mundo.
Afortunadamente, como lo financiero apenas representa una convención social que podemos cambiar en cualquier momento sin mayores traumatismos, estamos en condiciones de superar la crisis financiera estableciendo un escenario favorable para el funcionamiento fluido de la economía real, que es la que satisface las necesidades de consumo y crea riqueza verdadera.
Sabemos que los Rotschild ahora están representados por la teutona Angela Merkel, quien ha sido encargada de imponerles a los demás vendepatrias sus absurdas recetas neoliberales que contemplan mantenernos en una miseria creciente durante no se sabe cuántos años, sin chistar, como si se tratase de fórmulas sagradas e irrebatibles, capaces de blindar los “mercados” a costa de sufrimientos inagotables para las personas de carne y hueso.
Al efecto, pienso, entre tantas lacras despreciables, abyectas y ambiciosas, en Nicolás Sarkozy, en Mario Monti, en Lukas Papademos o en el remplazo del falso socialista José Luis Rodríguez Zapatero, el entusiasta Mariano Rajoy, tan pantallero y obediente a los mandatos neoliberales que condenan a los españoles a la miseria y el atraso.
Es lamentable que se dejen apabullar sacrificando sus intereses y conquistas para complacencia de los banqueros ladrones, en vez de castigar a los culpables -desconociendo su ilegal poder y su abusiva apropiación de la riqueza social- mediante el fortalecimiento de la democracia real expresada por los indignados, tan dignos y ejemplares.
En estas circunstancias, es conveniente o hasta indispensable preguntar:
- ¿Por qué aceptamos que los potentados estériles y criminales condenen a los pueblos a la miseria y el atraso, llenando a la gente de carencias a pesar de que la sociedad dispone de toda la capacidad productiva necesaria para satisfacerlas?
- ¿Toleraremos que nos sigan despojando de las conquistas sociales, económicas y laborales que tantas luchas costaron y tanta sangre derramaron desde el s. XIX?
- ¿Dejaremos que nuestros niños y jóvenes se vean privados de las maravillas que ofrece la Sociedad del Conocimiento, al reducir los gastos públicos en educación para que los grandes estafadores garanticen el pago a los acreedores financieros de los países y continúen sus atropellos contra la Humanidad, la Vida y el Planeta?
- ¿O seguiremos avanzando en la construcción espontánea y arrasadora de la Sociedad Democrática Global que les devuelva el poder y las riquezas a los pueblos?
Depende de nosotros, no de los enemigos comunes que son impotentes si lo decidimos así, pues sus trabajos sucios se los encargan a gente del pueblo que puede voltear las armas contra los verdugos de todos en vez de seguir masacrando semejantes o prójimo inocente para que los potentados conserven y aumenten sus privilegios. ¡Tú verás!
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