sábado, 14 de abril de 2012

¡Elementales, querido Watson!

Autor: Darío Botero Pérez
Enviado por: Darío Botero Pérez

1. Las mentiras del desarrollo económico neoliberal

Son conocidos y demasiado trillados los sofismas y mentiras con que engañan los potentados a la Humanidad para expropiarla de sus conquistas y privarla del disfrute del amenazado, depredado e indefenso Medio Ambiente, ahora sometido al saqueo de las multinacionales mineras amparadas por la bandera canadiense.

Están dedicadas a destruir la biosfera por todo el planeta, como lo están haciendo aceleradamente en Latinoamérica aprovechando los leoninos y letales tratados de libre comercio que nos dejarán en la ruina, llenos de dólares sin valor, en medio de eriales estériles como el atormentado Haití.

Al respecto, el mismo Juan Manuel Santos afirma, con vergonzoso orgullo, que de cada tres proyectos mineros en nuestra amenazada región, dos son de canadienses, lo cual ilustra para los más desinformados e incautos el inmenso peligro que significa seguir aplicando las recetas neoliberales y firmando tratados de libre comercio absolutamente desiguales.

Tenemos la obligación de defender el Medio Ambiente que, en su estado natural y prístino, hace la Vida tan agradable y sustentable como la de los mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta que visitaron Juan Manuel Santos y Sebastián Piñera aprovechando la Cumbre de Cartagena.

El bienestar y la armónica relación con la Naturaleza de los arhuacos -auto nombrados como los “hermanos mayores” de los desatinados occidentales- son ejemplares e innegables, así no vivan en una sociedad mercantil, de modo que las estadísticas del “desarrollo” -reales medidas de la depredación- no los tengan en cuenta.

Al PIB que miden los empresarios capitalistas, lo tiene sin cuidado que quienes no consumen sus mercancías disfruten de bienestar y buen vivir, como los que ostentan las sociedades ancestrales amenazadas por el irracional consumismo que ha embrutecido a las masas sometidas por el absurdo Neoliberalismo en prácticamente todo el Mundo, dedicándolas a convertirlo en un basurero.

Posiblemente a los arhuacos, el par de presidentes, neoliberales confesos, fueron a estudiar la manera de arrebatarles su Sierra, así como en Chile le arrebataron sus tierras al pueblo Mapuche para sembrar árboles destinados a enriquecer a las multinacionales mientras desarraigan a los habitantes ancestrales, condenándolos a vivir desplazados en lugares extraños y en la miseria, buscando despojarlos de sus culturas, empobreciendo las tierras y extinguiendo las especies endémicas.

El desmantelamiento de los pueblos y la desaparición de sus culturas milenarias son otros objetivos mortales del Neoliberalismo, paralelos al saqueo de las riquezas naturales y a la gran estafa financiera en que han sumido a las víctimas pertenecientes al sistema consumista y jerárquico.

Lo que éste exige y ha conseguido de todos los cipayos vendepatrias es que las riquezas naturales existentes en los países les sean entregadas en bandeja de plata a las multinacionales para que puedan seguir proyectando un crecimiento indefinido que las sacaría de la crisis definitiva en que se encuentran.

No admiten que la depredación o el “crecimiento” constante es imposible porque están acabando con recursos no renovables que, por ende, jamás recuperará la Humanidad y de los que abusivamente, haciendo gala del absurdo antropocentrismo predicado por el sionismo, privamos a las demás especies tanto como a las generaciones futuras.

De ahí que Hillary Clinton no tenga inconveniente en calificar de progreso asombroso el supuestamente vivido en los últimos 20 años por los países latinoamercanos. Pero lo cierto es que más de 40 años de Neoliberalismo rabioso los han arruinado, despojándolos de los monopolio públicos y de la incipiente gran empresa privada, luego de haberlos obligado a endeudarse excesivamente -como ahora a las víctimas europeas- para poder presionarlos, declararlos ilíquidos en un atropello insoportable a las soberanías nacionales, trazarles sus políticas sociales y económicas, y arrebatarles sus riquezas con la complacencia y complicidad de los vendepatrias que los gobiernan en beneficio de los enemigos comunes de la Humanidad.

Si la reacción de los pueblos no es suficientemente rápida, multitudinaria y contundente, antes de la próxima cumbre todos estaremos igual a Haití, como lo pronosticó en su ladino mensaje el “pollo” López al confirmar sus compromisos tempranos con el Neoliberalismo, y ahora lo repite con igual talante el también oligarca descendiente de libertadores, Juan Manuel Santos.

Por el camino que vamos, es obvio que, en poco tiempo, todos estaremos postrados, como Haití.

Contando con padrinos tan peligrosos como George W. Bush y Bill Clinton, y partiendo de la depredación a que ha sido sometido desde que se atrevió a expulsar a los franceses en pleno régimen napoleónico, lo cual jamás le han perdonado y no dejan de cobrarle -de allí que sea el ejemplo macabro al que acuden los cipayos criollos para anunciarnos el futuro verdadero que nos han decretado-, es imposible que Haití alcance el nivel de progreso deleznable que todavía conservan algunos de estos países condenados a ser parias, de modo que pronto estarán como está Haití ahora, y éste estará todavía peor.

1. Las mentiras del narcotráfico dirigido por la DEA

Como las promesas de un desarrollo falaz que nos está convirtiendo en países inviables cuyos recursos naturales están seriamente amenazados por las multinacionales depredadoras, con lo cual éstas se convierten en causa de todas o, al menos, de la inmensa mayoría de las tragedias que le achacan al calentamiento global; es falso de toda falsedad que la despenalización de las drogas del placer incrementaría masivamente su consumo.

Igualmente es falso que todos los adolescentes se volverían adictos, pues su acercamiento a las drogas prohibidas hace parte de los arrebatos de independencia y de las experiencias sociales que le permitirán al joven convertirse en adulto, lo cual no deja de ser un riesgo, ni de escandalizar a los padres cuyos criterios de crianza se ven confrontados con una realidad que no pueden controlar, pues es social y no individual, aunque, como todas las calamidades que conllevan las sociedades piramidales, la sufra el individuo.

Pero esa aproximación -estimulada por las demandas del crecimiento en algunos jóvenes de ambos sexos y diversos géneros, más temerarios que el resto y, posiblemente, más capaces de asimilar experiencias no aptas para las mayorías- se torna en algo perverso en la medida en que los narcotraficantes se esmeran por cultivar esta clientela potencial conformada por párvulos, púberes o adolescentes, ofreciéndoles toda clase de sustancias adictivas capaces de destruir sus vidas de adultos en formación, todavía bastante ingenuos, a quienes tenemos la obligación de proteger mientras no hayan alcanzado su mayoría de edad.

Desde luego, si el comercio con las drogas del placer dejase de ser tan rentable, pocos individuos se interesarían en corromper a los escolares, como lo hacen ahora aprovechando la arbitraria e interesada prohibición, que tanto favorece los intereses del Imperio mientras destruye nuestras sociedades, contribuyendo a la disolución de nuestros países que se ha propuesto el Neoliberalismo, ahora dedicado intensamente a destruir la biosfera contando con la complicidad y la entusista complacencia de los vendepatrias.

Éstos nos quieren convencer de que la destrucción es progreso, y que entre más intensa sea más pronto venceremos la pobreza. Así lo creen o, al menos, lo han afirmado los traidores de las patrias y lacayos de los potentados reunidos en la VI Cumbre de las Américas, según lo expresó el anfitrión Juan Manuel Santos.

La razón adulta para que el consumo de alucinógenos no se extienda exponencialmente al dejar de penalizar las actividades referentes al negocio montado alrededor de ellos -como advierten que sucedería irremediablemente, y a pesar de evidencias en contrario, los hipócritas apersonados de una presunta moral rigurosa-, obedece a la genética. Ésta determina la propensión a su consumo, convirtiendo las sustancias adictivas en bienes de demanda inelástica, lo cual significa que las variaciones del precio no afectan el consumo en igual o superior proporción pero inversa.

O sea, si el precio disminuye significativamente, como sucedería con la legalización, la cantidad de adictos no crecería notablemente. Pero tampoco disminuiría mucho el número de consumidores si el precio sube exageradamente, aunque a los existentes y a sus amigos y parientes se les amargaría mucho la existencia.

Por tanto, los no adictos no sentirían una motivación especial para volverse adictos; ni éstos dejarán de serlo porque el precio o la represión aumenten, como lo demuestran las evidencias que los prohibicionistas se niegan a ver.

Este efecto de mercado lo puede confirmar cualquier abstencionista o prohibicionista, así sus prejuicios lo lleven a apoyar tantas mentiras y fantasías que perpetúan el sucio negocio.

De todos modos, la legalización convertiría en decentes las actividades que suscita la adicción a las drogas del placer, desplazándolas, en el peor de los casos, a un asunto de salud pública, aunque no perderán su carácter lúdico y hasta sagrado, consagrado por la antropología, como no lo han perdido para muchos pueblos y culturas a pesar de la demencial prohibición.

En consecuencia, se puede afirmar que ninguno de quienes se oponen por razones ideológicas a la legalización caería en el vicio, así se los regalen y se atrevan a probarlo, siempre y cuando carezcan de la disposición genética para disfrutarlo.

Es algo similar a la propensión genética a la homosexualidad, que niega la falacia de que se trata de una enfermedad que podría ser contagiosa y habría que curar a como dé lugar, según pretendían y siguen pretendiendo seres involucionados que rigen su comportamiento por creencias y prejuicios mientras se niegan a juzgar objetivamente la realidad para no ofender a sus divinidades enemigas del placer y la lúdica.

Prefieren amargarles sus vidas a los lúcidos ajenos al poder, tanto como destruir la Naturaleza que los adictos suelen ser capaces de disfrutar tanto, pues no dedican sus energías a acumular dinero ni a amargarles sus existencias a los demás mientras causan tantos estragos, como los potentados y sus imitadores, sino a regodearse con la maravillosa y pasajera Vida.

Este dilema pone de presente la diferencia entre el bienestar, tan agradable y deseable, comparado con el confort, tan artificial, extendido y frustrante, pero que el capitalismo agonizante insiste en imponer mientras se encarga de eliminar todo lo que recuerde o aluda a bienestar.

¡Le parece imperdonable que éste suela ser gratuito mientras el confort cuesta tanto dinero, de modo que sólo unos privilegiados pueden “disfrutarlo”!

A quienes les parezca que estas conductas obedecen a calumnias, pues la búsqueda del bienestar para todos es el motor natural de la economía, o deberá serlo en la sociedad plana que estamos en condiciones de establecer; conviene que tengan en cuenta que: “Nikola Tesla, un gran inventor, era financiado por el banquero JP Morgan. Cuando el banquero vio que Tesla estaba diseñando un aparato para entregar energía eléctrica sin cables y gratis, lo proscribe a una habitación y al tiempo muere de tristeza”

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