Un hombre, que disfrutaba de la estética de la vida, contrató a un campesino para que se instalara dentro de su castillo y fuera y viniera con el pico en la mano, como lo haría en el campo.
El noble obtenía un gran placer de contemplar la simple elegancia de los movimientos del campesino y pagaba bien a éste por su “trabajo”. Sin embargo, después de entretener al noble durante varios días, el campesino se negó a continuar.
“Pero yo te pago generosamente”, dijo el noble sorprendido, “mucho más de lo que podrías ganar en el campo. Y no tienes que esforzarte tanto.”
El campesino le respondió: “Usted no parece comprender: no puedo seguir haciendo algo que no produzca, aunque no me cueste ningún esfuerzo. Prefiero trabajar mucho más duro y ser productivo que recibir una buena paga y hacer algo que no da frutos.”
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